26

26
The advent of the photographic camera at the beginning of the 19th century was a technical improvement of that “fenestra aperta” (L.B. Alberti, 1435) of Renaissance painting. During the 20th century it served to demonstrate that there is no window (perception of the world) which is not veiled. What separates Marcelo Mendiburu’s photographs from abstract painting is precisely the indicial quality of the shot (even when we are not able to recognize what it is about; that which we see has been there); it is also true that the reality the image exudes is revealed as a complex plot of fragmentary and mysterious signifiers. For the artist, reality would be something that can be glimpsed, like through the swings of curtains or interstices of shutters. His images show a limpid compositional solidness and, simultaneously, a swing, a movement that goes through them from side to side, or between the surface of the picture and an illusory depth. This breath is supported by differences of texture (flat zones and blurred zones) and temperature (expansive colors, like red; colors that shrink, like blue). The structure is based on the repetition of horizontal or vertical registers. The arrangement in bands reminds us - in principle – of three scopes: lines of writing, lines of musical scores and layers of sediments of archaeological excavations. As far as music is concerned, we know that it was one of abstract painting’s aspirations and, doubtlessly, Marcelo Mendiburu owns a singular intuition for rythmic chains. But photography, as an indicial sign, comes to question the pretension of abstraction’s autonomy or to reveal its genesis. The artist leads us to think that every image is, in fact, a collage, a surface where there are tracks of diverse origins. The closed shape of the image gathers, but it does not suppress, the own tension of each element. Like a large chest of memories, like a cherished treasure with traces of a long walk. In some works there are fragments of writing. If there was a clue there (Foucault, Lacan ...), it indicates that the photographic cut operates like the punctuation in the weave of language. That the image hides, that the word is silent, that the sense is a momentary sparkle over a blurred background. Why does Marcelo Mendiburu refer to uncertainty with such bright, fun, festive colors? Because his artist’s task lies not in exposing melancholy fragments of a lost wholeness but to celebrate the whole which dwells there, in each and every part. Valeria González University of Buenos Aires
La cámara fotográfica surgió, a principios del siglo XIX, como perfeccionamiento técnico de aquella “fenestra aperta” (L. B. Alberti, 1435) de la pintura renacentista. En el curso del siglo XX sirvió para demostrar que no hay ventana (percepción del mundo) que no esté velada. Si lo que separa las fotografías de Marcelo Mendiburu de la pintura abstracta es, precisamente, la cualidad indicial de la toma (aun cuando no reconozcamos de qué se trata, eso que vemos estuvo allí), también es cierto que esa realidad que la imagen trasunta se nos da a ver como una trama compleja de significantes fragmentarios y misteriosos. Para el artista, la realidad sería algo que se puede vislumbrar, como a través de los vaivenes de un cortinado o los intersticios de una persiana. Hay en sus imágenes una límpida solidez compositiva y, a la vez, un vaivén, un movimiento que las atraviesa de lado a lado, o entre la superficie del cuadro y una profundidad ilusoria. Este aliento es sostenido por diferenciales de textura (zonas planas y zonas esfumadas) y de temperatura (colores expansivos como el rojo, colores que se contraen como el azul). La estructura se basa en la repetición de registros horizontales o verticales. La disposición en bandas nos recuerda, en principio, tres ámbitos: los renglones de la escritura, las líneas de las partituras musicales y las capas de sedimentos de las excavaciones arqueológicas. En cuanto a la música, sabemos que constituyó una de las aspiraciones de la pintura abstracta, y sin duda Marcelo Mendiburu posee una intuición singular para los encadenamientos rítmicos. Pero la fotografía, como signo indicial, viene a cuestionar la pretensión de autonomía de la abstracción, o bien a develar su génesis. El artista nos induce a pensar que toda imagen es, en definitiva, un collage, una superficie donde se encuentran huellas de diverso origen. La forma cerrada de la imagen reúne, pero no suprime, la tensión propia de cada elemento. Como un arcón de recuerdos, como un cofre donde se atesoraran los rastros de un largo andar. En algunas obras hay fragmentos de escritura. Si allí reside alguna clave (Foucault, Lacan…) nos indica que el recorte fotográfico opera como la puntuación en el tejido del lenguaje. Que la imagen oculta, que la palabra calla; que el sentido es un destello momentáneo sobre un fondo borroso. ¿Por qué Marcelo Mendiburu alude a la incertidumbre con ese colorido alegre, lúdico, festivo? Porque su tarea de artista no radica en exponer fragmentos melancólicos de una totalidad perdida sino en celebrar el todo que vive allí, en cada parte. Valeria González Universidad de Buenos Aires